En el paladar axial de la llave de sol llega mayo. En el tórax sólido del vivo, las mangas de la mañana se vuelven azules. Un sudor cromático
llueve en la niñez que ya no llora.
En el paladar axial de la llave de sol llega mayo. En el tórax sólido del vivo, las mangas de la mañana se vuelven azules. Un sudor cromático
llueve en la niñez que ya no llora.
Las indirectas de Caperucita no llegaron con fuerza. Ellos, al salir de la escuela, se encaminaron a la pulquería “La Botijona”. Pidieron de apio y unos tacos de carnitas. Mario el más joven, traía sus cuadernos en un morral de arpillera, Domingo, luciendo su tatuaje de sirenas en el brazo, escupía nervioso en el piso de aserrín. Manuel, aprisionaba las monedas con las que pagaría. Se dieron valor uno al otro. Bebieron sus vasos hasta el final. Se encaminaron a la parada del tranvía. Sin decir palabra llegaron a las puertas de la casa de Caperucita. No se atrevieron a tocar. Sus manos ateridas, buscaron cobijo en sus bolsillos para regresar a casa.
Los arcanos de las letras son simulacros cuando los muñecos son aprisionados por una red sonora. Yo, tu y aquello, pierde universo cuando la escoba borra las grafías.
Algo anormal miras, buscas al gato egipcio, y solo barrocas ternuras aparecen al pulso de las manos.
El libre albedrío se juega cuando quieres descifrar este dibujo. ¿Lo sabías?
No es mal negocio tomar una taza de café. Perdidamente damos las gracias. Ambos robamos tiempo a la conversación. El aroma es nuestro punto débil. En balde venimos todas las tardes. Buscamos nuestra taza e ociosamente nuestros labios se mojan. Es posible que podamos vernos de nuevo.
Inútilmente pago la cuenta
Las palabras se cuelan aún cuando no es su tiempo.
Conversamos sobre la mesa,
quedan los signos para el día siguiente,
enmohecidos, algún día habrá lectores importunados.
El relámpago y la lágrima
quedan junto al frutero en el centro de la mesa.
Se olvidan entonces los deberes cotidianos.
Cultivamos la lectura.
Desde la primera línea supo que la relectura sería su destino como un amante desolado. Si alguien lo leyó, esta olvidado.
Hoy en pasta dura está la dedicatoria escrita en oros, como amortajada.
Anda de noche con su café abierto. El tiempo le crece sin azúcar. Anda por horas y bebe en su tasa de porcelana, grande como su boca. La calle son mas largas dice. Entonces como buen amante huele a café, a galletita de anís y horas vacías.
Mañana recomienza muy campechana.
Con un trozo de manguera en la mano, un impermeable raído hasta debajo de las rodillas lo vi entrar afligido. Me extendió la mano enguantada y con trabajos pude sostener la tarjeta que me ofrecía.
-Tengo cita con el doctor, me dijo.
Lo siento Sr. Rallo, pero los martes el doctor no da consulta. Tiene que llevar a su esposa al circo, tiene delirio por los payasos. En realidad su esposa lo acompaña, para él sería una vergüenza que sus pacientes se enteraran, como si ustedes no se dieran cuenta de su gran nariz roja y sus grandes zapatos multicolores y ahora le ha dado por usar una peluca rubia y lacia.
-No me interesa. Me urge ver al doctor. Estoy en crisis.
Ví claramente como se quitó los guantes y saco un encendedor de sus cinturón. Tomó los papeles del escritorio.
-Espere! Voy a intentar localizar al doctor. Marque el 911 y de inmediato dije: a aquí tengo al incendiario. ¿Puede venir inmediatamente?